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Publicado originalmente en el LinkedIn Newsletter de Stephen Dover, Perspectivas del Mercado Global. Siga a Stephen Dover en LinkedIn, donde publica sus reflexiones y comentarios, así como su boletín Perspectivas del Mercado Global.

Principales aportes:

  • La elección presidencial de EE. UU. suele considerarse decisiva para la economía y, en general, para los portafolios de los inversores. Históricamente, no encontramos pruebas de que las administraciones republicanas o demócratas hayan influido en el comportamiento general de los mercados.
  • Donde difieren los partidos políticos de EE. UU. es en las políticas con repercusiones sectoriales, sobre todo para la energía y los productos farmacéuticos. Esta perspectiva merece la pena analizarla más en profundidad.
  • El resultado de las elecciones en EE. UU. sigue en duda tanto para la presidencia como para las mayorías en el Senado y en la Cámara de Representantes. Por lo tanto, es demasiado prematuro para que los inversores realicen ajustes significativos en sus portafolios.
     

Las consecuencias de las elecciones para los inversores

La semana pasada, los candidatos a la presidencia de EE. UU. Donald Trump y Kamala Harris pronunciaron discursos en los que esbozaron sus respectivas agendas y prioridades económicas, y esta semana se ha celebrado en Chicago la convención demócrata. Pero lo que no se dijo puede ser tan importante como lo que se dijo. A continuación, resumimos los componentes clave de las propuestas económicas de cada candidato, otras cuestiones clave que probablemente figuren en la agenda del ganador para 2025 y las consecuencias generales para los inversores.

La economía de Harris

Empezamos con Harris en la medida en que la atención de los medios se ha desplazado a su campaña durante la semana de la Convención Nacional Demócrata y porque las encuestas muestran que ha recortado la distancia que separaba a Trump de su entonces candidato, el presidente Biden, a principios del verano boreal.

Para empezar, cabe señalar que Harris es abogada de formación, ex fiscal, ex senadora y vicepresidenta en ejercicio de los EE. UU. En ninguna de esas funciones Harris ha desarrollado una trayectoria clara o una descripción de sus puntos de vista sobre la economía. En consecuencia, tanto los votantes como los inversores acaban de descubrir cómo ve Harris el panorama económico, sus retos y sus soluciones políticas. Es probable que ese proceso de aprendizaje evolucione en el periodo previo a las elecciones y, en caso de que gane la presidencia, durante la transición y su mandato.

Una primera consecuencia, por tanto, de la «Economía de Harris» es que los inversores tardarán tiempo en discernir sus prioridades y comprender las repercusiones sobre sus portafolios.

Dicho esto, en el discurso económico de la semana pasada y de nuevo en la convención, Harris adoptó una táctica común a su oponente, y empleada por la mayoría de los políticos hoy en día, a saber, evitar la ideología económica global en favor de propuestas pragmáticas diseñadas para resolver problemas específicos.

Por ejemplo, los elevados precios de los comestibles se combatirán reprimiendo los «precios abusivos». La escalada de los precios de la vivienda y la incapacidad de las familias jóvenes y con ingresos más bajos para acceder a ella se abordarán con ayudas públicas de hasta USD$ 25.000 por beneficiario para el pago inicial, así como con incentivos para la construcción de más viviendas. Para ayudar a hacer frente a los crecientes costos de formar una familia, Harris propone una desgravación fiscal por hijo de US$ 6.000 durante el primer año tras el nacimiento. Harris también ha coincidido con la promesa de Donald Trump de acabar con la tributación federal de las propinas.

Cada una de esas propuestas se dirige a grupos de votantes específicos y, por lo tanto, podrían descartarse más como una estratagema política que como una auténtica filosofía económica. Pero cabe señalar que la era en la que los candidatos, sus plataformas y sus partidos diferían marcadamente en líneas económicas ideológicas ha terminado. Ninguno de los candidatos ni ninguno de los principales partidos políticos defiende las políticas de antaño, cuando, por ejemplo, se podía contar con los republicanos como partidarios del «libre mercado» y el «libre comercio», mientras que a los demócratas se les tachaba de «keynesianos».

En cambio, la política económica actual es «transaccional», dirigida a grupos de votantes y despojada del lenguaje grandilocuente del pasado. Kamala Harris, hasta ahora, no es diferente.

La economía de Trump

El candidato Trump, en contraste con Harris, tiene un historial en política económica, además de muchos discursos y comentarios anteriores. En consecuencia, se conocen mejor sus políticas y se comprenden mejor sus planes, en caso de que regrese a la Casa Blanca. También es probable que si Trump ganara la presidencia, los republicanos se harían con el Senado y probablemente con la Cámara de Representantes, lo que le daría a Trump más poder para aplicar sus políticas.

Las políticas emblemáticas de Trump en su primer mandato fueron los recortes fiscales (sobre todo una reducción del impuesto de sociedades), una regulación menos estricta -sobre todo para la industria de los combustibles fósiles- y los aranceles. Nada en sus comentarios hasta ahora en la campaña de 2024 sugiere que esos pilares no estarán en su lugar durante un segundo mandato de Trump.

Sin embargo, Trump ha señalado su disposición a considerar otras iniciativas de política económica. Por ejemplo, ha planteado la idea de poner fin a la tributación de las prestaciones de la seguridad social. También ha propuesto nuevos aranceles generalizados, así como una mayor deportación de inmigrantes indocumentados. Las políticas de Trump podrían aumentar los costos -y por lo tanto la inflación- pero también podrían impulsar la producción nacional, el crecimiento y los salarios nacionales.

Trump rompió hace tiempo con los credos tradicionales del Partido Republicano, incluida la defensa del libre comercio. En ese sentido, y al igual que Harris, Trump despliega políticas económicas para alcanzar objetivos políticos específicos o para lograr resultados económicos concretos.

Las realidades del mercado en 2025

Las campañas son, por supuesto, promesas y eslóganes, que pueden o no convertirse en política para el candidato ganador. No se trata sólo de política: las realidades se imponen a menudo y cambian el rumbo de la política. La pandemia y la crisis financiera global son ejemplos recientes en los que la política se ha visto obligada a adaptarse a retos imprevistos.

Los candidatos también pueden preferir evitar comentarios sobre temas a los que inevitablemente se enfrentarán, en caso de ganar las elecciones. En 2025, una de las realidades más importantes a las que se enfrentará el ganador es un gran déficit presupuestario federal de EE. UU. (USD$ 1,7 billones o el 6,3% del producto bruto interno de EE. UU. en 20231). El otro es la finalización de los recortes fiscales aprobados en 2017.

Basándose en lo que se ha dicho, parece probable que el candidato Trump esté a favor de una extensión completa de la Ley de Recortes y Empleos Fiscales de 2017. Sin embargo, es posible que se enfrente a un gobierno dividido, en caso de que los demócratas mantengan su mayoría en el Senado (poco probable) o la recuperen en la Cámara de Representantes (muy posible).

Si Harris se convierte en presidente y se enfrenta a la oposición de la mayoría republicana en el Congreso, la mayor parte de los recortes fiscales de Trump de 2017 expirarán a finales de 2025 a menos que se llegue a un compromiso legislativo. Sin embargo, en cualquier legislación de compromiso, Harris parece estar a favor de mantener los actuales niveles impositivos para las personas físicas que ganen menos de US$400.000 y un aumento del tipo del impuesto de sociedades del 21% al 28%.

Ninguno de los candidatos se ha mostrado dispuesto a presentar planes creíbles para abordar la reducción del déficit a mediano plazo.

Los aranceles son otra cuestión que puede llamar la atención en 2025. Como se ha señalado, Trump es partidario de imponer aranceles elevados a casi todas las importaciones procedentes de todos los países. Harris no se ha pronunciado al respecto, aunque la administración Biden/Harris ha mantenido los aranceles preexistentes de Trump.

La legislación antimonopolio es otra cuestión que probablemente aflore en la próxima presidencia. El Departamento de Justicia de EE. UU. ya ha ganado un caso antimonopolio contra Google (Alphabet). Y aunque tanto ambos candidatos como los partidos políticos dependen en gran medida de la financiación de las campañas por parte de las compañías, los líderes empresariales y los grandes inversores, la oleada de descontento populista por los altos precios, la competencia desleal, las luchas sindicales y cuestiones similares sugiere que ambos candidatos podrían fomentar selectivamente la legislación antimonopolio y la legislación para reforzar las leyes contra la falta de competencia.

Por último, la política de cambio climático y sus posibles repercusiones en la inversión y el gasto a través de subvenciones, impuestos o regulación estarán sobre la mesa para cualquiera de los candidatos ganadores. Trump ha prometido hacer retroceder muchas disposiciones de la Ley de Reducción de la Inflación, incluidas las subvenciones a las energías alternativas y a la adopción de vehículos eléctricos. Harris, en cambio, mantendría casi con toda seguridad esas políticas y probablemente apoyaría nuevas iniciativas, aunque sin haber revelado aún cómo serían esas nuevas políticas climáticas.

Consecuencias sobre las inversiones

Del debate anterior se desprenden dos consecuencias iniciales para la inversión.

En primer lugar, es demasiado prematuro saber cómo invertir en función del resultado, en la medida en que la entrada de Harris en la carrera ha hecho que sean unas elecciones muy reñidas. Su presencia también podría ayudar a los candidatos a posiciones menores de las listas demócratas, lo que podría significar que incluso si Trump recupera la presidencia, podría enfrentarse a un gobierno dividido. Casi con toda seguridad, las probabilidades de que los republicanos consigan victorias arrolladoras para la presidencia y ambas cámaras del Congreso han caído. Esto hace más difícil saber qué tipo de políticas surgirán en 2025.

En segundo lugar, es poco probable que se produzcan cambios políticos radicales, gane quien gane las elecciones. No se trata de una contienda entre dos ideologías económicas enfrentadas. Las propuestas de cada candidato son específicas y graduales, no el tipo de cambio radical que se produjo cuando, por ejemplo, el Presidente Ronald Reagan y el Presidente de la Reserva Federal Paul Volcker entraron en escena a principios de la década de 1980.

Pero también son importantes otras conclusiones, sobre todo a nivel sectorial.

Es probable que las industrias de los combustibles fósiles y farmacéutica den la bienvenida a una presidencia de Trump, ya que podrían ver una menor regulación (combustibles fósiles) o una mayor libertad de precios (farmacéutica) bajo Trump. Una presidencia de Harris probablemente ofrecerá más apoyo a las energías renovables y a la vivienda (dado su objetivo declarado de impulsar la construcción residencial mediante incentivos).

Por último, es importante situar en su contexto lo que las elecciones y la política significan para la rentabilidad de los portafolios a largo plazo. Es decir, no demasiado. Los mercados de acciones de EE. UU. y de todo el mundo han prosperado bajo el control republicano y demócrata en Washington, así como durante periodos de gobierno dividido. Los retrocesos, las correcciones y los mercados bajistas tampoco son extraños a ninguna constelación de poder en la capital de la nación.

Ocasionalmente, por supuesto, la marea de la historia cambia con una presidencia, como pudo ocurrir con la llegada al poder del Presidente Ronald Reagan. A veces, los presidentes contribuyen a resultados de los que todo el mundo puede alegrarse, como la eliminación del déficit, la caída del rendimiento de los bonos y el fuerte crecimiento bajo la presidencia de Bill Clinton.

Pero, por diversas razones, 2024 no parece ser uno de esos momentos. En nuestra opinión, otros temas que preocupan a los votantes pueden depender del resultado, pero el estado de la economía de EE. UU. y el rendimiento general de los portafolios de los inversores no parece ser uno de ellos.



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