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Publicado originalmente en el boletín informativo de LinkedIn de Stephen Dover, Global Market Perspectives. Siga a Stephen Dover en LinkedIn, donde publica sus reflexiones y comentarios, así como su boletín informativo Global Market Perspectives.

Puntos clave

  • En la actualidad, el resultado más probable de las elecciones de noviembre de 2024 parece ser un gobierno dividido en Washington, DC, sin que ningún partido controle en solitario la Casa Blanca, el Senado y la Cámara de Representantes.
  • En los últimos cincuenta años lo normal ha sido un gobierno dividido, que suele ser bien acogido por los mercados, porque el bloqueo reduce el margen para introducir cambios legislativos radicales. Sin embargo, contar con un gobierno dividido podría incrementar el riesgo de impago de la deuda soberana EE. UU. si una de las bancadas del Congreso se niega a aumentar el techo de la deuda.
  • El comportamiento general del mercado no dependerá de quién será el presidente, pero el resultado será importante en sectores concretos como el energético o el farmacéutico.

Analicemos este tema

A menos de dos meses de la cita electoral, nos encontramos en la recta final de la contienda.

En los dos últimos meses se han producido grandes cambios en la dinámica de las elecciones presidenciales de EE. UU., así como en los resultados para controlar el Senado y la Cámara de Representantes. La decisión tomada por el presidente Joe Biden el 21 de julio de retirar su candidatura para ceder el relevo a la vicepresidenta Kamala Harris alteró por completo la lucha por la presidencia. Las encuestas apuntan a contiendas más ajustadas a todos los niveles del gobierno electo. Según las encuestas iniciales y el comportamiento de los mercados de futuros políticos, la vicepresidenta Harris salió vencedora en el debate del 10 de septiembre contra el expresidente Trump, aunque sigue siendo demasiado pronto para saber si el resultado será suficiente para que se afiance como favorita.

Predicción: los mercados prefieren a Harris que a Trump

A 10 de septiembre de 2024.
Fuentes: PredictIt, Macrobond.
No existen garantías de que las proyecciones, previsiones o estimaciones vayan a cumplirse.

Sin embargo, tanto para los inversores como a efectos de la rentabilidad del mercado, puede que la política esté sobrevalorada. A pesar de los cambios en las encuestas y en otros indicadores, nuestra principal conclusión de inversión sigue intacta. Los inversores deben seguir centrados en sus objetivos a largo plazo y no sobrerreaccionar a la política estadounidense y los resultados de las elecciones. Como ya hemos señalado en análisis previos, los mercados han prosperado, experimentado impases y correcciones y rebotado bajo mandatos tanto republicanos como demócratas, y también con el Congreso controlado por distintas coaliciones de poder. Normalmente la rentabilidad de las acciones, los bonos e incluso las divisas se ven condicionados de forma general por las variables fundamentales, que se determinan fuera del ámbito de la política.

Sin embargo, esto no significa que sectores concretos, como el energético o el farmacéutico, no vayan a verse afectados por los resultados electorales. En este sentido, cabe considerar varias implicaciones para la cartera, que detallaremos a continuación.

Las tornas han cambiado

Prácticamente todas las métricas —encuestas nacionales, encuestas de los estados en disputa, los mercados de futuros políticos y las apuestas a margen— los datos apuntan sistemáticamente a que las elecciones están en juego. Esto destaca en gran medida con los datos de hace tan solo unos meses, cuando la mayoría de los indicadores daban una clara ventaja al expresidente Trump, mientras que los republicanos iban por buen camino para controlar ambas cámaras del Congreso. Por este motivo, en junio analizamos las consecuencias que tendrían las inversores en caso de una mayoría absoluta republicana.

En la actualidad ese resultado parece mucho menos probable. Tanto las encuestas a nivel nacional como en los principales estados bisagra apuntan a un empate estadístico en la contienda presidencial en el que la vicepresidenta Harris tiene ligera ventaja en la mayoría de los estados bisagra y a nivel nacional. Resulta más difícil de predecir los resultados de las mayorías en el Senado y la Cámara de Representantes, ya que el Partido Republicano tiene una ligera ventaja en el Senado, mientras que el Partido Demócrata tiene más posibilidades de lograr la mayoría en la Cámara1.

Por lo tanto, las tornas han cambiado a un gobierno dividido en Washington, en el que un partido controla la Casa Blanca y el otro tiene la mayoría en una o ambas cámaras del Congreso.

Contar con un gobierno dividido no es algo nuevo en la historia reciente de EE. UU. Por ejemplo, desde 1968 ha existido una especie de gobierno dividido durante 38 de un total de 56 años (el 68 % del tiempo)2.

Implicaciones para el conjunto del mercado

El importante cambio que han registrado las encuestas en los últimos dos meses nos recuerda que todavía puede haber muchos cambios. Puede que sean relativamente pocos los votantes todavía indecisos, pero, con frecuencia, las elecciones estadounidenses —a todos los niveles— se han decidido por cambios en un número relativamente reducido de votos en tan solo unos pocos estados. Por ejemplo, de un total aproximado de 150 millones de votos emitidos en el conjunto del país, los resultados de las elecciones presidenciales de 2016 y 2020 se decidieron con menos de un millón de votos emitidos en seis estados bisagra. La política estadounidense ha estado, y sigue estando, dividida por escasa diferencia.  Por ello, todavía es muy pronto para extraer conclusiones firmes sobre el resultado en términos políticos o de mercado.

Sin embargo, conviene analizar brevemente qué podría suponer un gobierno dividido tanto a efectos de riesgo como de retorno de la inversión.

Los inversores suelen acoger de buen grado los gobiernos divididos, porque, tal vez de forma perversa, reducen la incertidumbre. El margen para introducir cambios legislativos drásticos en la legislación fiscal o la política normativa se ve limitado por la necesidad de alcanzar un compromiso. Esto hace que se mantenga el statu quo, lo que permite a empresas e inversores tomar decisiones sin tener que considerar cambios importantes en la política fiscal o normativa.

Un gobierno dividido incluso puede permitir reducir el déficit, como sucedió en el mandato de 1994-2000 y de nuevo en el de 2010-2016. Por lo tanto, los inversores en bonos pueden tener motivos para acogerlo como una vía para reducir el déficit y la carga de la deuda.

Sin embargo, el único ámbito de inquietud potencial de un gobierno dividido es el riesgo de incumplimiento político. Los cierres del gobierno y la posibilidad de que el Tesoro incumpla el pago de los intereses sobre la deuda nacional han generado inquietud en aquellos casos en que una situación de bloqueo ha imposibilitado aumentar el techo de la deuda estadounidense. Desde mediados de la década de 1990, en todos estos casos se estuvo al borde del incumplimiento (incluyendo las rebajas de la calificación de la deuda estadounidense por parte de las agencias de calificación) con un demócrata en la Casa Blanca y una mayoría republicana en la Cámara de Representantes. Hasta la fecha, el Partido Demócrata no ha recurrido a tácticas de negociación política similares en los casos en los que controlaba la Cámara de Representantes bajo el mandato de un presidente republicano. Esto implica que el riesgo de incumplimiento sería mayor con un gobierno dividido en el que Harris fuese presidenta.

Consecuencias de un gobierno dividido para el mercado

Lo que más condicionará los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense y el comportamiento general de los tipos de interés será el ciclo económico (crecimiento e inflación) y la correspondiente política de la Reserva Federal (Fed), y no la política fiscal ni las primas de riesgo soberano. Con independencia de la legitimidad de la inquietud a largo que suscita el comportamiento del déficit y la deuda del gobierno de EE. UU., no existen evidencias de que el actual tamaño de la deuda o incluso su crecimiento previsto incida o vaya a incidir pronto de forma significativa a corto o medio plazo en el nivel o los movimientos direccionales del mercado del Tesoro de EE. UU.

En el caso de la renta variable, son las valoraciones y los beneficios lo que determinan la rentabilidad. El incremento del tipo del impuesto de sociedades (Harris es partidaria de aumentarlo del 21 % al 28 %) mermaría las ganancias de las empresas tras descontar impuestos, aunque, como presidenta, puede tener dificultades para promulgar cualquier subida en caso de que los republicanos controlen el Senado.

La cuestión más importante para los inversores en renta variable es son las acciones reguladoras, que principalmente recaen en el presidente. Harris y los demócratas son propensos a presionar para una mayor regulación de la energía obtenida de combustibles fósiles y del sector farmacéutico (por ejemplo, aumentar los límites a los precios de los medicamentos recetados), al tiempo que promueven las fuentes de energía alternativas. En el caso de una presidencia de Trump se aplica justo lo contrario. Por ello creemos que es probable que la reacción de estos sectores ante el resultado de la contienda presidencial sea mayor que la del conjunto del mercado.

En los mercados de divisas, el dólar se ajustará a los cambios en los diferenciales de los intereses y los diferenciales previstos de rentabilidad de las acciones entre EE. UU. y otros países. Dado que el crecimiento estadounidense muestra signos de deceleración y la Fed apunta a una relajación importante de su política durante los próximos 12 meses, puede que el dólar se deprecie en cierta medida con respecto a otras monedas principales. Aunque creemos que es probable que la debilidad del dólar se vea limitada por el tenue crecimiento y los rendimientos relativamente escasos en los mercados de renta fija y de renta variable de Europa y Asia, ya que las economías de esas regiones siguen paralizadas por el débil crecimiento mundial, el tibio crecimiento del comercio mundial y otros factores, como el riesgo político o la pesada carga de la deuda (por ejemplo, China).

El comodín del dólar y de los mercados de capitales sería una victoria de Trump, seguida de la imposición de importantes aranceles generales. Si esta medida se ve contrarrestado por otros países, el riesgo de una guerra comercial podría empujar al alza las primas de riesgo, lo que provocaría fuertes caídas de los mercados de renta variable y un repunte de las monedas tradicionalmente consideradas refugio (como el franco suizo o el yen japonés) o del oro y las criptomonedas.

Por último, no debe perderse de vista la política antimonopolio. La Administración Biden ha adoptado una postura de mayor dureza contra las empresas tecnológicas de gran capitalización, dirigida por la presidenta de la Comisión Federal de Comercio, Lina Khan. Un gobierno de Harris podría mantener esa postura. Por otra parte, el candidato republicano a la vicepresidencia, J.D. Vance, es partidario de la defensa de la competencia en el sector tecnológico. En ambos casos, la lucha contra los monopolios refleja el sentimiento populista de que al ciudadano de a pie le preocupa el poder cada vez mayor que acaparan las grandes empresas.



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