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Antes de centrarnos en 2026, echemos un vistazo rápido a principios de abril de 2025. La renta variable estadounidense sufrió su mayor descenso en un día desde 2020 y el S&P 500 Index cayó casi un 20 % con respecto a su récord de febrero. Las caóticas y confusas comunicaciones sobre las políticas arancelarias causaron estragos en los mercados, que también cambiaron drásticamente de rumbo a finales de ese mes. En ese momento, podemos suponer que la mayoría de los inversores no estaban centrados en qué podría impulsar el mercado al alza y terminar el año con fuerza. Es probable que estuviesen centrados en qué —o qué más— podría ir mal.

De hecho, durante décadas los inversores en renta variable han estado hipercentrados en aquello que podría ir mal. No cabe duda de que resulta crucial cuantificar y evaluar los riesgos del mercado constantemente. Sin embargo, a medida que miramos hacia el futuro, tal vez los inversores deberían destinar más tiempo a analizar lo que podría ir bien.

El mercado estadounidense de renta variable sorprendió al alza en 2025. Los valores de sectores más diversos demostraron su resiliencia ante los numerosos retos macroeconómicos. Las oportunidades de inversión aumentaron a medida que se amplió el mercado y el incremento de los beneficios de las empresas superó las expectativas. El potencial de la inteligencia artificial (IA) pasó a condicionar todavía en mayor medida la confianza y la inversión en sectores más allá de la tecnología.

Siempre habrá tendencias desfavorables

Pese a los avances positivos en 2025, en la actualidad existen varios retos que preocupan en los mercados. Hemos conocido informes que describen un deterioro de la confianza de los consumidores de rentas baja y media, y la creación de empleo parece estar atenuándose o incluso estancándose. Otros problemas incluyen un posible efecto retardado de los aranceles, las tensiones existentes entre Estados Unidos y China y, sobre todo, la posibilidad de que estalle la burbuja de la IA. A los inversores también les preocupan las elevadas valoraciones de las acciones, ya que el múltiplo de precios/beneficios futuros del S&P 500 se sitúa en el quintil más alto en términos históricos1.

Dadas todas estas preocupaciones, no resultó sorprendente que, al comienzo del último mes del año, el CNN Fear & Greed Index2 oscilara entre los segmentos de «miedo» y «miedo extremo». Sin embargo, la renta variable estadounidense va camino de registrar ganancias de dos cifras por tercer año consecutivo.

Las preocupaciones son razonables y no deben pasarse por alto, pero centrarse únicamente en estos temas minimiza las fuerzas que han impulsado al mercado al alza, y cómo estos factores podrían empujarlo todavía más alto el próximo año.

¿Qué podría ir bien?

Partiendo de este punto son muchas las cosas que podrían ir bien. En el plano más elevado, hemos relajado las condiciones financieras a nivel mundial, gracias a las bajadas coordinadas de tipos de los bancos centrales. El sistema bancario estadounidense presenta una combinación saludable de sólidas ratios de capital y morosidad inferior a la media. Si bien no se ha disipado la inquietud por los niveles de precios más elevados, las tendencias recientes de inflación se mantienen bajo control, incluso con el efecto de los aranceles.

A medida que se intensifica el debate sobre el riesgo de una burbuja de la IA, los inversores no deben perder de vista el poder a largo plazo de esta nueva tecnología revolucionaria. La inversión prevista en IA es asombrosa y no ha hecho más que comenzar, con una previsión de 500.000 millones de USD únicamente para los hiperescaladores. Además, esto cataliza un ciclo de inversión en la generación y transmisión de electricidad. Esperamos que el próximo año la IA siga ofreciendo nuevos subgrupos de posibles beneficiados y una gran variedad de nuevos casos de uso. También existe la posibilidad de un auge general de la productividad a medida que la IA comience a generar aumentos tangibles de la productividad.

Entre las incógnitas optimistas para el próximo año se incluyen los «brotes verdes» en bienes inmuebles comerciales, tras la fuerte desaceleración que sufrieron a causa de la pandemia. Además, los incentivos a las empresas derivados de la Big Beautiful Bill (Ley grande y hermosa) y la desregulación podrían estimular inversiones adicionales de las empresas. Desde el punto de vista geopolítico, un plan de paz para Rusia y Ucrania y la reconstrucción de este último país podrían generar una sacudida económica en las empresas europeas y de todo el mundo. Y un acuerdo comercial productivo entre Estados Unidos y China aliviaría las tensiones e impulsaría la renta variable mundial.

Son muchas las cosas que pueden ir bien, aunque habrá baches en el camino

Cabe preguntarse, ¿ha descontado ya el mercado todas estas noticias positivas? El S&P 500 está más caro que su promedio, impulsado por las elevadas valoraciones de los valores de crecimiento de megacapitalización (como los Siete Magníficos3). Sin embargo, si analizamos estos valores individualmente, muchos de los de la cohorte se negocian en consonancia con sus promedios históricos o por debajo de ese nivel. Por ejemplo, las acciones de Amazon nunca han estado más baratas que en la actualidad y NVIDIA se negocia muy por debajo de su promedio de 10 años. Sí, son empresas más grandes, es probable que su crecimiento futuro sea más lento y la IA ha inyectado incertidumbre en sus modelos de negocio (además de crear oportunidades). Lo que puede que los inversores no hayan apreciado es que las acciones del S&P 500, salvo las de los Siete Magníficos, cotizan aproximadamente un 15 % por encima de su media histórica de diez años4. Podría decirse que sus valoraciones iniciales eran bajas, y ahora el mercado señala que estas empresas tienen mejores oportunidades de crecimiento futuro, gracias a la generalización de la fortaleza económica y la relajación de los tipos de interés.

La combinación de unas mayores valoraciones e inversiones importantes en IA con unos beneficios a largo plazo poco claros debería provocar una mayor volatilidad en los mercados de renta variable. El período de mediados a finales de la década de 1990 nos ofrece cierta perspectiva. El VIX (Índice de Volatilidad del Cboe) se situó en promedio por encima de 20 en ese período, mientras que se ha mantenido en torno a 15 durante la mayor parte de los últimos 10 años5. Pese a su mayor volatilidad mensual en la década de 1990, el mercado de valores avanzó de forma constante con el tiempo. Recordemos que, tras dos años de fuertes ganancias en los mercados de renta variable, el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, expresó su preocupación por la «exuberancia irracional» de los valores. Era finales de 1996, justo antes de que avanzaran un 33 % en 1997 y de otras fuertes ganancias hasta alcanzar el pico a principios de 20006.

Dado todo lo que podría ir bien, creemos que el mercado continuará subiendo en 2026. ¿Qué tendría que pasar para que se reprodujese lo sucedido en la segunda mitad de la década de 1990? El fuerte crecimiento de los beneficios combinado con un constante múltiplo elevado podría impulsar el S&P 500 por encima de 8.500, lo que supondría un avance del 25 % en los próximos 12-18 meses. Para alcanzar ese nivel, los beneficios del S&P tendrían que crecer en porcentajes de dos cifras respectivamente en cada uno de los dos próximos años, eclipsar los beneficios agregados por acción de 350 $ en 2027 y lograr un PER de entre 24x y 25x, sin duda elevado, aunque dentro de lo razonable.

No cabe duda de que es poco frecuente que retornos bursátiles vertiginosos como este se obtengan de forma lineal, sino que suelen ir acompañados de una elevada volatilidad Desde el punto de vista empírico, cuando los múltiplos de mercado son más elevados, por lo general van acompañados de una mayor desviación típica de la rentabilidad. En el actual entorno no esperamos que sea distinto.



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