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En esta edición de «Mi opinión» quiero centrarme en las pers­pectivas fiscales de los Estados Unidos, su relación con la inflación y las consecuencias en los tipos de interés y los rendimientos de los bonos. Para empezar, veamos una instantánea del déficit fis­cal del gobierno federal de los EE. UU. en las tres últimas décadas.

Gráfico 1: Déficit fiscal de EE. UU.

1996-2024

Fuentes: Tesoro de los Estados Unidos, CBO, BEA, Macrobond. Análisis de Franklin Templeton Fixed Income Research. A 10 de julio de 2024.

Durante la primera mitad de este período, la política fiscal mostró bastante prudencia y en promedio el déficit superó ligeramente el 1 % del producto interior bruto (PIB). Posteriormente, con la crisis financiera mundial, nos adentramos en un período totalmente distinto: una era de emergencias recurrentes y una política fiscal mucho más laxa, en la que el déficit anual medio fue del 6,5 %. (véase el gráfico 1).

La crisis financiera mundial provocó una enorme y muy necesaria respuesta de estímulo, y la política fiscal se mantuvo laxa mientras la economía luchaba por recuperarse; durante 2009-2012 el déficit promedio fue del 8,4 % del PIB. (véase el gráfico 1). Después se endureció la postura fiscal, y el déficit promedio pasó a ser del 3,5 % entre 2013 y 2019, un dato más razonable, aunque mucho más laxo que antes de la crisis financiera mundial. Los confinamientos provocados por la COVID-19 fue tuvieron otra enorme respuesta fiscal, ya que el gasto público compensó la interrupción obligatoria de la economía privada y el déficit escaló prácticamente hasta el 15 % en 2020. Si bien esta respuesta inmediata fue necesaria, la postura fiscal extremada­mente relajada de 2021-2023 parece más difícil de justificar. En 2021, incluso pese a que la economía se recuperó con fuerza en cuanto se eliminaron los confinamientos, el déficit fiscal todavía superaba el 12 %. Dado que el PIB siguió creciendo a un ritmo acelerado, el déficit se situó, en promedio, en un sorprendente 8 % del PIB durante el período 2021-2023. La gran magnitud del impulso fiscal de 2021 a una economía ya en proceso de recuperación supuso una importante contribu­ción a la repentina aceleración de la inflación, y los grandes y persistentes déficits hicieron que el posterior esfuerzo de desinflación fuera mucho más difícil.

Debido al incremento del déficit, la deuda pública se ha dupli­cado como porcentaje del PIB, pasando de menos del 50 % en 1995 a casi el 100 % en 2023. Durante un tiempo, el aumento de los niveles de deuda pareció inofensivo. Como puede verse en el Gráfico 2 de la página siguiente, los gastos netos por intereses se redujeron de forma considerable, pasando de un promedio próximo al 3 % del PIB en la década de 1990 a alrededor del 1,5 % con la llegada de la crisis financiera mundial, y se mantuvieron a este nivel más bajo incluso a pesar de que la deuda aumentaba cada vez más.

La política de tipos de interés próximos a cero y la expansión cuantitativa contribuyeron a mantener los costes de endeudamiento del gobierno muy bajos. Este fue el momento en que la mayoría de los economistas e instituciones como el Fondo Monetario Internacional exhortaron de forma activa a los gobiernos para que se endeudasen más e invirtieran, ya que casi parecía gratis. En principio, el consejo no era totalmente equivocado; endeudarse a tipos bajos para invertir en medidas que impulsen el crecimiento (como las infraestructuras) podría haber aumentado el potencial de crecimiento a largo plazo y haberse amortizado realmente. Pero en el momento en que los responsables de la formulación de políticas carecen de restricciones presupuestarias, es poco probable que gasten con sensatez. Así que tanto el déficit como la deuda aumentaron, pero no el crecimiento potencial.

Gráfico 2: Deuda pública y gastos netos por intereses

1996-2024

Fuentes: Tesoro de los Estados Unidos, CBO, BEA, Macrobond. Análisis de Franklin Templeton Fixed Income Research. A 10 de julio de 2024.

En contra de lo que algunos economistas y la mayoría de los gobiernos pensaban, la era del dinero gratis no duró para siempre. Los tipos de interés han vuelto a subir en consonancia con la norma histórica, y la factura de intereses que paga el gobierno ha aumentado hasta superar el 2,5 % del PIB el año pasado y se prevé que este año supere el 3 %1.

Las cosas podrían haber sido todavía peores (y lo serán, como explicaré más adelante). Observe el Gráfico 3.

Gráfico 3: Déficit fiscal y deuda pública de EE. UU.

1996-2024

Fuentes: Tesoro de los Estados Unidos, CBO, BEA, Macrobond. Análisis de Franklin Templeton Fixed Income Research. A 10 de julio de 2024.

Como ya he dicho, un mayor déficit presupuestario hace que aumente la deuda. Pero fíjese en esto: Entre 2009 y 2012, en respuesta a la crisis financiera mundial, el Gobierno acumuló un déficit presupuestario superior al 33 % del PIB. En el mismo período, la ratio de deuda aumentó en consonancia un 30 % del PIB. Posteriormente, en los últimos tres años, el gobierno registró un déficit acumulado del 24 % del PIB, y sin embargo, la ratio deuda/PIB de hecho se redujo un punto porcentual (véase el Gráfico 4). En lo que al efecto en la ratio de deuda se refiere, es como si nunca se hubiera registrado todo el endeudamiento de los últimos tres años.

¿Cómo es posible? Pues resulta que, a pesar de que la inflación puede suponer una importante carga política para un gobierno, plantea algunas ventajas. La inflación quita dinero a los acreedores en beneficio de los deudores. La elevadísima inflación de los últimos tres años ha impulsado el crecimiento del PIB nominal y mantenido controlada la ratio deuda/PIB.

 

Gráfico 4: PIB nominal y deuda pública

2012–2024

Fuentes: Tesoro de los Estados Unidos, CBO, BEA, Macrobond. Análisis de Franklin Templeton Fixed Income Research. A 10 de julio de 2024.

Sin embargo, ahora que la inflación vuelve a estar controlada, mantener un crecimiento tan fuerte del PIB nominal se vuelve básicamente imposible. En los últimos tres años, el PIB nominal creció en promedio aproximadamente un 9 % anual. Esto se debió a que el crecimiento del PIB real fue en promedio ligera­mente superior al 3 % anual (gracias, sobretodo, al fuerte rebote registrado en 2021), y a que el promedio de inflación fue de casi el 6 % anual2. En cuanto la inflación se reduzca del 6 % al objetivo del 2 %, para registrar el mismo crecimiento del PIB nominal del 9 % necesitaríamos que el crecimiento del PIB real fuese en promedio de aproximadamente el 7 % anual. Esto parece sumamente improbable, dado que se estima que el crecimiento potencial del PIB real es próximo al 2 %. Con un crecimiento del PIB nominal mucho menor, unos grandes déficits fiscales se traducirían de nuevo en un incremento de los niveles de deuda.

Con las tendencias y políticas actuales, es probable que los déficits fiscales sigan siendo grandes. En el Gráfico 5 de la página siguiente se recogen las últimas proyecciones a largo plazo de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO).

Gráfico 5: Proyecciones del déficit presupuestario de la CBO

2000-2055 (previsión)

Fuentes: Tesoro de los Estados Unidos, CBO, BEA, Macrobond. Análisis de Franklin Templeton Fixed Income Research. A 10 de julio de 2024. No existen garantías de que las proyecciones, previsiones o estimaciones vayan a cumplirse.

El futuro próximo pinta tan mal como el pasado reciente, con déficits del 5,5 % del PIB en promedio hasta finales de la década, y eso a pesar de la hipótesis optimista de la CBO de que el tipo de interés de la deuda federal apenas superará el 3,5 % en la próxima década. Si, como considero más probable, el tipo de interés promedio de la deuda resulta ser más alto, el gasto neto en intereses será mayor y el déficit incluso mayor que las proyecciones de la CBO. A más largo plazo, las cosas se ponen todavía peor, con déficits próximos al 8 % del PIB. En este escenario, la ratio de deuda aumentaría rápidamente, como muestran las proyecciones de la CBO.

Gráfico 6: Deuda pública estadounidense prevista

2000-2055 (previsión)

Fuentes: Tesoro de los Estados Unidos, CBO, BEA, Macrobond. Análisis de Franklin Templeton Fixed Income Research. A 10 de julio de 2024. No existen garantías de que las proyecciones, previsiones o estimaciones vayan a cumplirse.

No preveo que esto suceda. Como dijo el economista Herbert Stein, «Si algo no puede continuar para siempre, se detendrá». Algo tendrá que cambiar, y una futura administración en algún momento tendrá que corregir el rumbo reduciendo el gasto o subiendo los impuestos. Aunque será difícil: se espera que los gastos netos en intereses superen el gasto discrecional no relacionado con la defensa ya en 2025, lo que supone el 3,25 % del PIB nominal (el más alto desde 1991) y aproximadamente el 16 % del gasto no destinado a defensa3. Dado que los gastos discrecionales no destinados a defensa ya son bajos, y que cualquier recorte en defensa se ve limitado por el peligroso contexto geopolítico, es probable que el Congreso se vea obligado a realizar una dolorosa combinación de reformas de los derechos (recorte del gasto en atención sanitaria o seguridad social) y subidas de impuestos.

Sin embargo, es poco probable que el Congreso adopte a corto plazo una medida en este sentido. Las intenciones políticas dadas a conocer hasta la fecha por ambas partes apuntan a que durante el próximo mandato se mantendrán importantes déficits, aunque adoptando formas algo diferentes. Una victoria republicana probablemente supondría mantener los impuestos en los niveles actuales y casi no cambiaría el gasto; una victoria demócrata supondría una probable subida de impuestos, aunque los gastos aumentarían todavía más (buena parte dependerá de la combina­ción de los resultados de la Casa Blanca, la Cámara y el Senado).

En lo que se refiere a la carga del pago de la deuda por parte del gobierno, los próximos años parecen mucho más complicada que los últimos quince. El gobierno ya no contará con la ventaja de unos tipos de interés ultrabajos a la hora de endeudarse, ni podrá recurrir a la elevada inflación para que mantenga estable la deuda real dados los elevados déficits constantes.

La perspectiva de una política fiscal sistemáticamente laxa refuerza mi idea de que el próximo ciclo de relajación de la Reserva Federal será gradual y de poco calado: preveo una relajación total de 125-150 puntos básicos, salvo que se produzcan perturbaciones inesperadas. Con esto el tipo de interés de los fondos federales se situaría en torno al 4 %, y con un mínimo como este en los tipos a corto plazo, todavía preveo que, a medio y largo plazo, los rendimientos del Tesoro estadou­nidense a 10 años se sitúen por encima del 5 %.



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