COLABORADORES

Stephen Dover, CFA
Chief Market Strategist,
Head of Franklin Templeton Institute
Publicado originalmente en el boletín informativo de LinkedIn de Stephen Dover Global Market Perspectives. Siga a Stephen Dover en LinkedIn, donde publica sus reflexiones y comentarios, así como su boletín informativo Global Market Perspectives.
Siguiendo con nuestra tradición de fin de año, nos despedimos de 2023 y miramos hacia 2024 analizando cómo resultaron nuestras sorpresas para 2023 y compartiendo los aspectos que podrían sorprendernos en este nuevo año. Nuestro objetivo es suscitar reflexión planteando escenarios posibles (a veces, incluso improbables) que podrían cambiar el rumbo y el desempeño de los mercados en 2024.
También nos gustaría reconocer la influencia del destacado inversor Byron Wien y su conocida previsión anual «Diez sorpresas» en nuestro intento de esbozar el futuro. Aunque nos dejó en 2023, su inspiración seguirá vigente.
Una mirada retrospectiva a 2023
Nuestro breve repaso al boletín de noticias del año pasado nos deja algunos casos en los que acertamos de lleno y otros en los que no fue el caso.
Anticipamos que la cadena de bloques se iba a convertir en una práctica habitual. A juzgar por los eventos que más titulares acapararon en el ámbito de las criptomonedas, incluida la sentencia de Sam Bankman-Fried y las notables sanciones impuestas a la plataforma de criptomonedas Binance, sería fácil llegar a la conclusión de que nos equivocamos por completo. Sin embargo, entre bastidores, la tecnología de cadena de bloques sigue avanzando y evolucionando en el mundo de las finanzas y en otros ámbitos. Los bancos centrales siguen buscando formas de aprovechar la tecnología para emitir monedas digitales y la cadena de bloques está progresando en ámbitos como la logística. Si podemos afirmar algo con rotundidad es que el año pasado nos confirmó algo que siempre tuvimos claro: la cadena de bloques no se limita a las criptomonedas, es un concepto mucho más amplio.
También pronosticamos que, tras un 2022 horroroso, las carteras equilibradas, formadas por acciones y bonos, se recuperarían. Durante un buen tramo del año pasado, eso no fue así. La renta variable, liderada por los «siete magníficos», tomó la delantera, mientras que los bonos se desplomaron a medida que subían los rendimientos. Pero, en el último trimestre de 2023, los bonos se recuperaron y alcanzaron un retorno del 4,1 % mientras que el rendimiento del Tesoro de EE. UU. a 10 años caía casi un punto porcentual. En cuanto al año entero, las acciones y los bonos cerraron el ejercicio en territorio positivo. Lo contaremos como un acierto.
Nuestra tercera sorpresa, la llegada de una nueva «nueva normalidad», abarcaba varios temas. En algunos acertamos de pleno, por ejemplo, la caída constante de la inflación en 2023. Pero nuestra predicción de recesión quedó muy lejos de cumplirse, al menos en los Estados Unidos. Otros aspectos que anticipamos correctamente fueron la escasez de mano de obra y los precios inasequibles en el sector de la vivienda. En cuanto al último aspecto de la nueva «nueva normalidad», un crecimiento moderado de la producción, todavía es pronto para valorarlo. Por naturaleza, la productividad varía mucho de trimestre a trimestre, pero las tendencias de los últimos años confirman, en su mayoría, nuestra teoría de que la productividad es irregular a pesar del importante nivel de innovación.
Nuestra cuarta predicción para 2023 era que China daría un paso adelante para afrontar los desequilibrios crónicos de su economía y reanimar el deslucido crecimiento. Aunque ahora se pueden observar signos de un enfoque más pragmático en cuanto a la formulación de políticas en Pekín, China todavía tiene que lograr abarcar la gran diversidad de retos que plantean el exceso de inversión, el sobreendeudamiento y la globalización ralentizada a su economía. El ritmo de recuperación del crecimiento y el desarrollo económico en China se ha ralentizado y, por ello, necesita renovarse.
El último apartado de nuestra previsión de 2023 anticipaba un impulso creciente para las energías alternativas. A pesar de que la humanidad sigue dependiendo de los combustibles fósiles, esta predicción se ha confirmado a lo largo de 2023. La Ley de Reducción de la Inflación estadounidense ha catapultado el asentamiento de la energía solar y los vehículos eléctricos. Aunque, sin lugar a dudas, el mayor cambio a nivel energético se produjo en Europa. En menos de tres años, Europa se libró de las importaciones de gas y petróleo desde Rusia, algo que nadie creía posible en 2020. El hecho de que lo consiguiera sufriendo solo una recesión moderada es impresionante.
¿Qué nos puede sorprender en 2024?
Ya hemos hablado suficiente del año pasado, ¿qué nos deparará el año 2024 y los siguientes? A continuación, trataremos cinco temas que creemos que han de tenerse en cuenta durante el año que tenemos por delante.
Vuelve el estancamiento secular
Al terminar el año 2023, los inversores se alegraban ante las perspectivas de un «aterrizaje suave» de la economía, marcado por el regreso a una inflación baja con poco riesgo de recesión.
Pero, ¿durarán los buenos tiempos? En nuestra opinión, una de las sorpresas clave de 2024 podría ser el regreso del «estancamiento secular», una consecuencia de la pérdida de velocidad de crecimiento y la baja inflación, en combinación con el regreso a unos tipos de interés nominales muy bajos, lo cual caracterizó el crecimiento de EE. UU. y el crecimiento global de 2010 a 2020. Los rumores de que la economía mundial se está «japonizando» podrían ganar mucho peso.
La razón es la siguiente:
Los efectos retardados del endurecimiento sincronizado de la política monetaria global, el desvanecimiento del estímulo fiscal y la ausencia de pasos decisivos para impulsar el crecimiento en China podrían interactuar de forma peligrosa para provocar una demanda global moderada en 2024. Es posible que las recesiones lleguen a su fin en Europa, pero cualquier atisbo de recuperación será débil. La economía estadounidense podría esquivar una recesión formal de producto interior bruto (PIB) negativo o no, pero es probable que el crecimiento se ralentice.
A su vez, la inflación seguirá cayendo, principalmente por la disminución de los precios del petróleo, unos alquileres más moderados y, fuera de Estados Unidos, la valoración de las divisas frente al desvanecimiento del dólar estadounidense.
Un crecimiento fuerte y el regreso a las tasas de inflación que desean los bancos centrales podrían anunciar reducciones en los tipos de interés. El año que viene, los rendimientos del Tesoro estadounidense a 10 años de referencia podrían caer hasta el 3,0 % y los tipos de interés a corto plazo podrían cerrar el año más de 1,5 puntos porcentuales por debajo del nivel actual.
Aquí está lo preocupante. El crecimiento débil puede no ser algo temporal. Si los hogares siguen en modo de desapalancamiento, como llevan más de una década, el gasto de las empresas en inversión sigue tímido, como hasta ahora, y los gobiernos empiezan a refrenar los grandes déficits presupuestarios, los sueños de un aterrizaje suave pueden convertirse en pesadillas sobre una demanda global deficiente. En ese caso, en términos macroeconómicos, el año 2024 podría parecer un año de regreso al futuro: el regreso del estancamiento secular.
La innovación avanza hacia el siguiente objetivo: el espacio
La innovación es la característica distintiva de nuestra época, por lo tanto, ¿qué hay de «innovador» en destacar la innovación como tema de 2024?
A pesar de todo, sabemos que es real. Los avances en inteligencia artificial (IA), las energías alternativas y la bioquímica, por nombrar solo algunos campos, están avanzando a pasos agigantados como poco.
El espacio es el próximo objetivo. La gravedad cero supone un entorno excelente para la ingeniería química y otras formas de producción innovadora, sobre todo, la fabricación de compuestos químicos para nuevos medicamentos. También presenta un entorno superior para fabricar chips de silicio (con bastantes menos fallos). Impulsada por los viajes comerciales al espacio (p. ej., SpaceX), la fabricación espacial está lista para despegar en 2024. Incluso puede que se convierta en la próxima novedad de la inversión estilo «growth».
La innovación seguirá afectando a nuestras economías y nuestras vidas, pero no siempre será para mejor.
En el lado positivo, la innovación biomédica continuará salvando y mejorando nuestras vidas. Siguiendo una tendencia iniciada en a principios de los 90, las tasas de mortalidad por cáncer en los Estados Unidos siguen cayendo prácticamente en todas las cohortes de género y raza.1
La IA se mantiene fiel a la promesa de que las máquinas se encarguen de las tareas humanas que son rutinarias, aburridas y repetitivas. Si acaba siendo así, estamos ante una mejora maravillosa de nuestros lugares de trabajo, siembre y cuando aquellos que pierdan sus empleos logren encontrar trabajos más significativos, productivos y mejor pagados en otra parte. Pero no hay que ser ludita para estar preocupado ante una transición difícil para más de uno.
El objetivo de salvar el planeta exige a la humanidad ralentizar la emisión de gases invernadero a la atmósfera y, en última instancia, a aumentar la captura del carbono. Los avances científicos, a través de apoyo gubernamental en forma de subvenciones, ya está en marcha. Los incentivos tributarios y los subsidios aceleran la transición. Se espera que esos progresos continúen en 2024, quizás incluso a mayor velocidad.
Retrasos en la productividad
Puede que no haya mayor misterio en la economía actual que la desconexión entre la innovación y la productividad. Como dijo el fallecido economista galardonado con el Premio Nobel, Robert Solow, la innovación se ve en todas partes, menos en las estadísticas de productividad.
Hay varios factores que explican por qué la innovación no siempre da lugar a una mayor productividad.
En primer lugar, gran parte de la innovación de las últimas décadas estuvo orientada al consumo y no a la producción. La emisión de video en continuo, los teléfonos inteligentes y la realidad virtual son claros ejemplos de innovaciones que facilitan nuestro entretenimiento, pero no mejoran el rendimiento por hora trabajada.
En segundo lugar, la historia sugiere que las innovaciones que más ayudan a mejorar la productividad son aquellas que aumentan notablemente la velocidad del transporte y las comunicaciones, la comodidad y la calidad. Invenciones como el telégrafo, el teléfono, el automóvil y las autopistas, los ordenadores e internet redujeron las distancias y los tiempos y les permitieron a los humanos interactuar de manera más estrecha y crear cadenas de suministro más eficientes. Muy pocas innovaciones actuales, desde la cadena de bloques a la IA, aportan este tipo de ventajas de interconexión.
En tercer lugar, las innovaciones verdaderamente importantes, como la desmotadora, la electricidad, el motor de combustión interna o la cadena de montaje, supusieron un cambio notable en la manera en la que producimos y distribuimos bienes y servicios. Hoy en día resulta difícil identificar innovaciones que permitan cambios similares en un futuro próximo. La IA tiene el potencial de hacerlo, pero a día de hoy, su nivel cognitivo, a juzgar por los pilotos automáticos en automóviles, no llega al de un estudiante de bachillerato (la edad en la que los humanos aprenden a conducir).
Por último, entre todos los avances en medicina, ninguno se postula como rival a las innovaciones anteriores que más aumentaron la esperanza de vida y la salud de los trabajadores: la introducción de los antibióticos, la fontanería de interiores y la refrigeración de los alimentos.
Muchas veces vivimos en un asombro optimista, deslumbrados por la modernidad. Hasta que nos paramos a pensar en lo que realmente fue importante en el pasado. Es probable que la productividad sea más mundana de lo que sugiere nuestra fascinación por la innovación moderna.
El desencanto de los votantes prevalece
Aunque no sea un ámbito puramente económico, las elecciones también son un tema al que prestamos atención. Unos 40 países, que engloban más de la mitad de la población mundial, acudirán a las urnas en 2024 y las consecuencias fiscales podrían ser importantes. Aunque sigue siendo cierto que la política es un elemento local, el denominador común de los hogares en todo el mundo es el desencanto por lo establecido.
A primera vista, parece extraño, ya que la economía global sigue creciendo y la inflación está bajando prácticamente en todas las zonas.
Pero la frustración va más allá. En términos económicos, los votantes menosprecian el pasado reciente debido a recuerdos de decepción permanentes. Para muchos, los estándares de vida se han estancado. Esto es importante porque la felicidad es un concepto tan relativo como absoluto. Cuando muchos estadounidenses, europeos, asiáticos o latinoamericanos se preguntan si han conseguido más que sus padres o abuelos o si han conseguido lo que se esperaba de ellos o de lo que ellos mismos esperaban, su respuesta tiende a ser «no».
Como muestran los datos del Centro de Investigación Pew, en los últimos 50 años, el porcentaje del PIB obtenido por los estadounidenses de ingresos medios ha caído del 62 % al 43 %. El porcentaje correspondiente a los estadounidenses más pobres pasó del 10 % al 9 %. Mientras tanto, el porcentaje de los estadounidenses con grandes ingresos ha subido del 29 % al 48 %.2 Esa es la base del desencanto generalizado.
Además, las expectativas sin cumplir son solo una parte de la historia. La innovación a toda velocidad, sobre todo en el ámbito de la IA, resulta muy inquietante para muchos. Los trabajadores temen por sus puestos de trabajo y, quizás, por su identidad, tal y como demostraron las huelgas de guionistas y actores en 2023. Las guerras fallidas y el inicio de nuevos conflictos también forman parte del panorama estadounidense actual. Las historias sobre la generación grandiosa de los años 40 y 50 y su actitud de «todo es posible» son cosa del pasado.
Aquellos que piensen que el final de la pandemia, el fin de la inflación y la evasión de la recesión darán lugar a victorias electorales que traigan normalidad, políticas convencionales y mayor armonía en el electorado podrían terminar muy decepcionados con los resultados de 2024.
Caen los préstamos de baja calidad
Todo lo que sube baja. Tanto en las finanzas como en la física no se pueden obviar las leyes de la gravedad.
En los 15 años que han pasado desde la crisis financiero mundial, los bajos tipos de interés y la relajación de las condiciones financieras han permitido la explosión de la financiación de la deuda a nivel global. En un entorno de tipos de interés bajos, el hecho de beneficiarse de esta fuente de financiación de bajo coste era una decisión de asignación de capital razonable para las empresas.
Pero las tornas están cambiando. Los tipos de interés bajos impulsaron la demanda de préstamos en el extremo inferior de la calidad crediticia y la búsqueda de rendimientos atrajo a los inversores, lo que le aportó los medios necesarios para expandirse a muchos acreedores. No obstante, desde 2022, los tipos de interés han subido de forma rápida y el entorno económico es mucho más desafiante.
Hasta ahora, los mercados crediticios se han mantenido a flote, si pasamos por alto los problemas de los bancos regionales estadounidenses y de Credit Suisse en la primavera de 2023. Pero decir que lo peor ya ha pasado nos parece demasiado optimista. El vencimiento de los préstamos se alargó después de la crisis financiera mundial. Esta medida incrementa la dilación entre el aumento de los tipos de interés y el estrés crediticio, pero no la elimina. En algún punto hay que renovar los préstamos existentes y financiar nuevos préstamos, en ambos casos, con tipos de interés más altos.
Es casi imposible predecir cuándo y dónde habrá una fractura, pero parece más que razonable contar con que surja alguna a lo largo de los próximos 12 meses. Esto se debe a que, además de los crecientes costes de los préstamos, muchas empresas tendrán que afrontar una menor demanda de sus productos y servicios a medida que la economía se ralentice este año.
Muchos prestamistas responden que sus carteras de préstamos están muy bien diversificadas. Puede que eso sea cierto si las analizamos en cuanto al tamaño, los sectores o su origen geográfico. Pero las caídas económicas y los tipos de interés más altos crean perturbaciones comunes no idiosincráticas. Hacen daño tanto a los grandes como a los pequeños, van de costa a costa y por todo el mundo y afectan a muchos sectores.
Por ello, es probable que el año que viene haya una llamada de atención. Se espera que el riesgo de impago se incremente. Aunque las divisiones entre la deuda de alta y baja calidad puedan contenerse, creemos que habrá que vigilar de cerca los efectos indirectos en el entorno de los préstamos de empresa a lo largo de 2024.
Como esta es nuestra última carta de 2023, queremos aprovechar la oportunidad para desearles feliz año nuevo a todos nuestros lectores.

Stephen Dover, CFA
Chief Investment Strategist
Head of Franklin Templeton Institute
- Fuente: «Cancer Trends Progress Report: Mortality», National Cancer Institute. Agosto de 2023.
- Fuente: Horowitz, Juliana Menasce, Igielnik, Ruth y Kochhart, Rakesh. «Trends in income and wealth inequality» Centro de Investigación Pew. 9 de enero de 2020.
¿CUÁLES SON LOS RIESGOS?
Todas las inversiones conllevan riesgos, incluida la posible pérdida de capital. Los valores de renta variable están sujetos a variaciones en los precios y a una posible pérdida del capital. Los valores de renta fija conllevan riesgos de tipo de interés, crédito, inflación y reinversión, así como una posible pérdida del capital. A medida que los tipos de interés aumentan, el valor de los títulos de renta fija disminuye.
Las estrategias de inversión ambiental, social y de gobernanza (ASG) pueden limitar los tipos y el número de inversiones disponibles y, como consecuencia, pueden acarrear la renuncia a oportunidades favorables del mercado u ofrecer un rendimiento inferior que las estrategias que no están sujetas a estos criterios. No hay garantías de que la orientación ASG de la estrategia vaya a tener éxito o vaya a ofrecer un resultado superior.
Las inversiones en criptomonedas y cadenas de bloques están sujetas a varios riesgos, entre los que se incluyen la incapacidad para desarrollar aplicaciones de activos digitales o aprovechar estas aplicaciones; el robo, pérdida o destrucción de claves criptográficas; la posibilidad de que las tecnologías de activos digitales nunca se puedan aplicar por completo; riesgos de ciberseguridad; reclamaciones de propiedad intelectual conflictiva y normativas incoherentes y cambiantes. Las operaciones especulativas con bitcóines y otras criptomonedas, muchas de las cuales han mostrado una volatilidad de precios extrema, conllevan un riesgo significativo; un inversor puede perder todo el importe de su inversión. La tecnología de la cadena de bloques es nueva, no se ha probado completamente y es posible que nunca se implemente a una escala en la que se puedan obtener beneficios identificables. Si una criptomoneda se considera un valor, es posible que viole leyes federales de valores. El mercado secundario para las criptomonedas puede ser limitado o inexistente.
La participación del gobierno en la economía sigue siendo elevada y, por lo tanto, las inversiones en China estarán sujetas a mayores niveles de riesgo normativo en comparación con muchos otros países.
Las empresas y los estudios de casos a los que se hace referencia en este artículo se utilizan únicamente con fines ilustrativos; cualquier inversión podría formar parte o no de una cartera que cuente con el asesoramiento de Franklin Templeton. La información facilitada en este artículo no constituye una recomendación ni un asesoramiento individual de inversión para un valor, una estrategia o un producto de inversión determinado, ni una evidencia de la intención de negociación de ninguna cartera gestionada por Franklin Templeton.
